Las instalaciones radiantes para calefacción pueden ser de dos tipos; suelo radiante eléctrico y el suelo radiante por agua caliente, pero en este artículo nos centraremos en el suelo radiante por agua caliente que suelen ser los más habituales.
El principio básico del sistema de calefacción y refrigeración mediante superficies radiantes, consiste en la impulsión de agua a media temperatura (en torno a los 40ºC en invierno y a los 16ºC en verano) a través de circuitos de tuberías plásticas fabricadas principalmente en polietileno utilizando para calentar el agua diversos sistemas como calderas, bombas de calor, energía solar térmica e incluso geotermia proporcionando un sistema de calefacción muy confortable y de bajo consumo energético.
Estos circuitos se soportan sobre un aislante térmico y quedan recubiertos por una capa de mortero de cemento y sobre la que se coloca el pavimento final el cual podrá ser de tipo cerámico, piedra, madera, linóleo u otros materiales.
Cuando el sistema funciona en modo calefacción, se hace circular agua de modo que el calor es cedido al ambiente a través de la capa de mortero y del pavimento, mediante radiación, conducción y en menor grado convección natural. Por el contrario, cuando un sistema radiante funciona en modo refrigeración, el exceso de calor contenido en la estancia se absorbe, a través del pavimento y de la capa de mortero que contiene las tuberías por las que circula agua fría, disipándolo hacia el exterior de la vivienda.
Como ya hemos comentado, los sistemas de climatización por suelo radiante son de los más utilizados en la actualidad ya que proporcionan una serie de ventajas fundamentales con respecto a otros sistemas: